Medina Azahara , patrimonio mundial
En julio de 2018 el conjunto arqueológico de Medina Azahara, a escasos kilómetros al oeste de la ciudad de Córdoba, era declarado por la UNESCO Patrimonio Mundial de la Humanidad. Se unía así a la famosa Mezquita-Catedral de Córdoba, que consiguió ese título en 1984, al centro histórico de la ciudad, que lo ostenta desde 1994, y a la Fiesta de los Patios, declarada Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad en 2012.
Un título muy merecido para la que fue todo un símbolo del periodo más importante de la historia de Córdoba, cuando era una de las máximas potencias del mundo. Desde que a principios del siglo VIII los árabes y los bereberes llegasen a tierras andaluzas, cada una de las figuras más destacadas de esa época quiso dejar su huella eterna en esta ciudad.
En el año 756, Abderramán I declaró la región de Córdoba como Emirato Independiente dentro de Al-Andalús, que es como se referían los musulmanes a los territorios de la Península Ibérica que estaban bajo su dominio. El príncipe hizo construir la gran mezquita de Córdoba, terminada en el siglo X.
Sería en 929 cuando Abderramán III proclama el Califato de Córdobadel que la ciudad de Córdoba sería capital y centro de operaciones. Durante los 102 años que duró, Córdoba fue el centro político, cultural y comercial del Califato, y se cree que llegó a tener cerca de 500.000 habitantes (en la actualidad tiene algo más de 300.000), lo que la convirtió en una de las ciudades más pobladas del mundo en aquella época.
La obra por la que tendría que ser recordado ese primer califa debía ser Medina Azahara.
Lo que se conoce hoy en día de esa ciudad que se extendió en Sierra Morena alrededor del palacio de Abderramán III, es tan solo un 10% de lo que llegó a ser. Las primeras excavaciones no se llevaron a cabo hasta principios del siglo XX, con el reinado de Alfonso XIII, y por varios motivos no han tenido la continuidad deseada desde entonces.
Desde principios de los años 2000, no solo se están realizando campañas de excavaciones con cierta asiduidad, sino también de restauración. Un trabajo que la UNESCO reconoció el año pasado y que ofrece al visitante un documento único de cómo era la vida en el pomposo Califato de Córdoba.
Por desgracia, no todo el legado del Califato corrió la misma fortuna. A Abderramán III le sucedió su hijo Alhaken II, y a este Hisham II. Sin embargo, en los tiempos de ese califa quien realmente llevaba la batuta era el famoso militar Almazor. Ese “primer ministro” del Califato fue quien se encargó de mantenerlo cohesionado, y fue reconocido por sus gestas militares.
Él también quiso dejar su propia huella en Córdoba, al este de la ciudad, justo al otro lado de Medina Azahara, con la construcción de Medina Al-Zahira. Se han encontrado referencias de esta ciudad palacial de Almazor que hablan de la supuesta gran belleza del lugar, pero no se sabe exactamente dónde estaba y nunca se han hecho excavaciones en la zona en la que se especula que pudiera haber estado.
Las únicas pistas reales que quedan es el nombre de Zahira (que significa luminosa) en múltiples comercios de la capital cordobesa, desde salones de juego a grandes superficies comerciales, o una pila para abluciones con una inscripción que indica que era un encargo para el alcázar de Al-Zahira y que se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid).
Tras la muerte de Almazor, las luchas internas en el Califato acabaron con su disolución y fragmentación en pequeños reinos (taifas); las ciudades que habían sido símbolo de esplendor fueron saqueadas y sepultadas poco a poco por el paso del tiempo y sus consecuencias.
Antes de Almazor, también Abderramán III construyó toda una ciudad como pura muestra de poder.
Al haberse desarrollado en pendiente, sobre montaña, Medina Azahara se distribuye en tres niveles. En el complejo arqueológico actual pueden observarse varias construcciones civiles, jardines, vías o edificios religiosos, así como el palacio de Abderramán III, en el que destaca el Salón Rico.
Se cree que ese fue el centro de toda la ciudad. El lugar en el que el califa organizaba recepciones y fiestas, pero también desde donde planeaba las grandes gestas militares. El Salón Rico es de valor incalculable, tanto a nivel artístico como histórico. Por suerte, su restauración se está llevando a cabo desde 2009.
Medina Azahara fue el símbolo de un tiempo glorioso, pero su vida fue efímera. Se empezó a construir en 936 y a destruir en 1010. Lo positivo es que no hubo tiempo de cambiar o añadir nada, por lo que, con su rescate, podemos ser testigos de cómo era la vida y el arte califal en estado puro. Un viaje a otro tiempo y cultura a apenas unos kilómetros de la hermosa ciudad de Córdoba.
Se puede disfrutar de varios tipos de visitas a Medina Azahara. Toda la información se encuentra en su página oficial.
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