Mónaco , la magia del principado
Mónaco, el segundo país más pequeño del mundo solo por detrás del Vaticano. Todo su territorio apenas ocupa 2 kilómetros cuadrados de superficie, lo que supone una gran ventaja a la hora de visitarlo, puesto que se puede recorrer incluso a pie. Eso también lo convierte en el que tiene una mayor densidad de población con sus aproximadamente 38.000 habitantes.
En lo que también destaca especialmente es en la cantidad de millonarios que allí residen. Se comenta que casi uno de cada tres de sus habitantes puede presumir de este galardón. Por todo ello, los palacetes, coches de lujo y enormes yates están a la orden del día.
La visita a Mónaco es directamente proporcional a su tamaño y un itinerario de un día puede ser un incluso excesivo para ver toda la ciudad. Es decir, posiblemente lleve más tiempo la visita a Universal Studios en Orlando (colas de atracciones incluidas) que a todo el principado monegasco. Pero no por ello deja de merecer la pena perderse en una ocasión por la que es sin duda la ciudad más glamurosa de Europa, enclavada en plena Costa Azul.
Al margen del puerto, la ciudad podríamos decir que está dividida en dos mitades: la Ciudad Vieja al Oeste y el lujoso Montecarlo al este.
Un paseo ineludible es el ascenso a pie por su senda arbolada y salpicada de estanques hasta la emblemática Roca de Mónaco. Un promontorio en buena parte amurallado que se alza 141 metros sobre el nivel del mar en una pequeña península y que es punto de referencia para todos los turistas. En su día fue una localización altamente deseada por su situación estratégica durante la colonización, y hoy desde allí hay una vista inigualable de toda la bahía con sus barcos.
En toda esta parte se puede disfrutar de unos hermosos parques y terrazas, bien sean naturales o construidas de forma artificial. Allí se puede contemplar el Palacio de los Grimaldi, lugar de residencia de los príncipes que, pese a sus restauraciones, aún presenta vestigios de la fortaleza original que fue. Hoy en día es la morada oficial del príncipe Alberto II de Mónaco. En la época de verano abre sus habitaciones al público para que puedan ser visitadas.
Muy cerca de allí, la Catedral de San Nicolás o Catedral de Mónaco se alza con su imponente fachada neorrománica. Se trata posiblemente de una de las edificaciones más importantes arquitectónicamente hablando, y en su interior alberga las tumbas de la familia Grimaldi, incluida una de las parejas más célebres del pasado siglo, Rainiero III y Grace Kelly. No es de extrañar así que éste sea un auténtico lugar de peregrinaje para los visitantes que se acercan al principado.
A poca distancia de este punto se encuentra el Museo Oceanográfico, con una imponente fachada de 85 metros que se eleva sobre el mar a modo de acantilado. Sus 6.500 m² visitables albergan más de 6.000 especies marinas. Merece la pena contemplar su laguna de tiburones y su isla de tortugas. Se trata sin duda de uno de los mejores museos marinos de Europa y se puede visitar a un precio asequible de 14€ para la entrada de adulto. En lo negativo hay que apuntar que gran parte del tiempo está atestado de gente y no se puede recorrer con la tranquilidad deseada.
Retirándose un poco de la costa también puede hacerse una visita al Jardín Exótico, que alberga más de 7.000 especies de plantas de todo el mundo, entre las que predominan los cactus. Al margen de la variedad de vegetales exóticos, gran parte de su belleza se encuentra en su enclave, que parece colgado en la roca.
Toda esta zona de la Roca de Mónaco es una de las más visitadas del principado y no solo por la cantidad de lugares de interés, sino también por sus vistas y el buen ambiente que transmiten sus callecitas estrechas de estilo italiano, con sus comercios y restaurantes.
Cambiando de tercio, la visita se debe dirigir hacia el otro extremo de la ciudad, a la zona del Monte Carlo. Para ello hemos de pasar de nuevo por el puerto que hace de nexo entre los dos mundos que componen Mónaco y hacer el recorrido por el paseo marítimo que discurre frente a los lujosos yates y por el que cada año vuelan los monoplazas de la Fórmula 1. En la época estival esta zona rebosa de puestos de comida al alcance de los bolsillos de los turistas que se mueven en el mundo de los mortales y no pueden acceder a los carísimos restaurantes reservados a multimillonarios y jeques.
Entramos a la zona dominada por el lujo y los casinos, y enseguida se levanta ante los ojos la espectacular Ópera de Montecarlo. Nada más verla nos viene a la mente la Ópera de París por su similitud, no en vano ambas son obra del prestigioso arquitecto Charles Garnier. Pero por si fuera poco el buen gusto de Garnier, también contribuyó en el diseño de las vigas de acero que soportan toda su estructura nada menos que Gustave Eiffel, el arquitecto que proyectó la famosa torre parisina.
Al lado de la ópera te topas con una de las edificaciones más famosas del principado, el Casino Montecarlo, también diseñado por Garnier. Un suntuoso edificio de 155 años de edad que ha sido escenario de multitud de películas como «Ocean’s Twelve» o las cintas de James Bond “Golden Eye” y “Nunca digas nunca jamás”. También es muy popular para los aficionados al motor porque el trazado del GP de Mónaco de Fórmula 1 pasa por dicho casino.
Pero éste no es ni mucho menos el único casino de la ciudad. Pese a lo reducido de la población, hay lugar para diversos establecimientos de esa índole, entre otros el Casino Café París, la Salle Des Palmiers – Summer Casino, el Sun Casino o el Casino Du Palais De La Méditerranée, a cada cual más lujoso. Incluso alguno como el Monte Carlo Bay Casino, que se encuentra en el extremo este y atrae cada año a los mejores jugadores del mundo para participar en el mayor torneo de póker que se celebra en Europa. Casualmente ese mismo evento fue noticia en nuestro país en 2015 porque por primera vez lo ganaba un jovencísimo jugador español que hoy figura en el número 1 del ranking mundial.
No es de extrañar que las fortunas que a diario se mueven por el Principado tengan a su disposición multitud de estos establecimientos, deseosos de recibirlos con los brazos abiertos.
Y siguiendo con este sector de Mónaco, otra de las edificaciones que más destacan por su arquitectura es el lujoso Hotel París, un precioso edificio de 1864 con vistas a la famosa Plaza del Casino. Por ponerle un pero… la habitación más económica en temporada baja supera ampliamente los 500€. Con ello se entiende bien que a estas alturas ya deje de llamarnos la atención la presencia por doquier de los coches de súper lujo.
Pero así es Mónaco, un lugar para perderse una vez y sin demorarse demasiado tiempo para evitar caer en el frecuente pecado capital de la envidia. Y en caso de que no podamos reprimir nuestros instintos más viles, siempre tenemos la posibilidad de salir de allí y en tan solo unos minutos estar en Niza, otra bonita ciudad que quizás se adapte mejor a nuestro bolsillo.
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